A ver si os gusta, lo he escrito yo:
Es noche cerrada y no paro de decirme a mi misma qué es lo que hago allí, sola, siendo tan tarde.
Las calles que de día recorro miles de veces, que me son tan familiares
que podría andar con los ojos cerrados, hoy se me antojan extrañas y
excesivamente oscuras.
Al andar siento como si no llegara realmente a
avanzar, como si mi camino fuese cada vez más largo, como si en vez de
llevar diez minutos allí hubiesen pasado horas.
No hay nadie, pero no puedo evitar mirar a todos lados, asustada, con la angustiante impresión de que me observan.
Pregunto si hay alguien ahí, pero solo me responde el eco de mi propia
voz, y el martilleo constante de mis pasos en la calzada resonando cada
vez más fuerte.
De pronto, noto por el rabillo del ojo un movimiento
fugaz, y al volverme a mirar mientras mi corazón late desbocado esbozo
una media sonrisa al descubrir al causante de mi agonía, que no es otro
que un gato tan negro como la misma noche que me mira casi tan asustado
como yo.
Pero no, no me mira a mí, está fijando la mirada en un
punto algo por encima de mi hombro derecho. ¿Debería girarme o sigo
andando como si nada? Me temo que en este caso la curiosidad vence al
miedo y, muy despacio, volteo mi cabeza esperando encontrarme algo
aterrador, pero no encuentro nada, y al volver la vista al frente, el
felino ha desaparecido.
Sacudo la cabeza con energía y me recrimino
el ser tan cobarde, debo llegar a mi destino y no tengo tiempo para
tonterías infantiles, así que apresuro el paso poco a poco y cuando me
quiero dar cuenta estoy corriendo y, en mi enajenación no veo el enorme
agujero que se abre ante mí y caigo por él en lo que parece un
interminable viaje a la oscuridad.
Cuando me despierto dando gracias
por que todo ha sido una pesadilla me doy cuenta de que no estoy en mi
cama, y que me encuentro atada de pies y manos en una sala blanca
inmaculada y sin ventanas; de una pequeña mirilla que hay en la puerta
blindada oigo una voz que dice:
-Esta es la paciente que te
comentaba, la encontraron una noche en posición fetal, dentro de un hoyo
de la carretera comarcal; está en estado catatónico durante la noche y
se pasa los días preguntando qué hace aquí y diciendo que la culpa es
del gato.