He vuelto, disculpad el haberos dejado colgados sin novedades y sin seguir la historia...
Pero lo importante es que estoy aquí otra vez con la ansiada cena.
¿Qué ocurrirá? No os lo perdáis.
Como siempre, una breve dedicatoria:
A @ropadeletras porque este fic es suyo y de Jaime.
Y a todos los que me leéis, muchas gracias y espero que os guste:
La noche llegó, y con ella la hora de
la cita. Jaime se encontraba perdido en un mar de dudas, ¿Debía
seguir adelante o era mejor cancelarla y disimular? Lo mejor sería
fingir burlarse de ella y echarla de sus aposentos antes de que
pudiese entrar. Pero ¿Sería capaz de dañar así a aquella frágil
jovencita? Tal vez unos días atrás ni se lo hubiese pensado, pero
algo le hacía resistirse a la idea. Cerró los ojos tratando de
centrarse, pero sólo veía su dulce cara con esos labios tan jugosos
que daban ganas de morder...
Decidido, se encomendó a los Siete,
aunque nunca fue creyente, se levantó del diván y procedió a
prepararse para la inminente llegada de la chica.
Mientras, Arya se esforzaba por ayudar
a su amiga a acicalarse para la cita aunque a su manera, pues estaba
convencida de que debería calzarse con botas de montar a caballo y
no con los delicados zapatos de terciopelo que hacían juego con el
vestido alegando que en caso de tener que huir resultaría más
cómodo y habría menos probabilidades de perder uno por el camino,
pero tras escuchar el alegato de Cris se resignó a dejarla hacer lo
que quisiera.
Alguien llamó tímidamente a la puerta
y cuando Jaime fue a abrir se encontró con la mujer más hermosa que
jamás osó ni siquiera soñar. Sabía que era bella pero a la luz de
las velas y con el rubor de sus mejillas le pareció un ángel que
venía a redimirle por todos los pecados cometidos.
Le dedicó una sonrisa que derretiría
el Muro y extendió su mano para coger la de ella y depositar un
beso sobre su fina piel.
Al contacto con los labios del rubio,
ella creyó desmayarse de la emoción y tropezó con la alfombra
siendo recogida por los vigorosos brazos de él quedando ambos en una
postura algo forzada y con los labios prácticamente rozándose. Esa
fue la señal que ambos estaban esperando. Se fundieron en un
apasionado beso, sintiéndose desesperados por encontrarse el uno al
otro, perdiendo todas las ataduras sociales y la etiqueta, ahora eran
libres.
Poco a poco fueron despojándose de
toda vergüenza y de toda vestidura y al verse desnudos sintieron que
estaban hechos el uno para el otro, que sus cuerpos encajaban como si
estuviesen hechos para estar juntos.
Se besaban y mordían con pasión, y,
tumbados por fin en la cama culminaron el momento haciendo el amor.
Pero más allá de ser solo un acto carnal se trató de una
experiencia espiritual, ambos sintieron sanadas sus heridas más
profundas, renaciendo como personas nuevas con cada roce de su piel.
Las horas pasaron y la cena se enfriaba
pero no les importó. Se amaron una y otra vez esa noche sin apenas
pronunciar una palabra, temerosos de romper la magia del momento, de
despertar de ese sueño de amor.
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