24 febrero 2016

Recuperando relatos antiguos 3: "Mentes abiertas"

Y vamos a por el tercero...

MENTES ABIERTAS

La vida es eso que te cambia cuando menos te lo esperas.

Yo ya había perdido la fe, tenía claro que mi situación se había estancado y que nunca podría salir del atolladero en el que me hallaba por la sencilla razón de que en este mundo cualquier decisión que tomes te lleva a cerrarte caminos. (Si, soy pesimista, ¿qué le voy a hacer?)

Ya digo que lo tenía asumido, así que no me esperaba que en dos días todo diese la vuelta y me encontrase en un trabajo nuevo, en un sector distinto al mio, viviendo en otra casa y rodeada de otra gente. Pero ha sucedido y todo gracias a una desgracia.

La noche que todo cambió yo me estaba preparando en mi casa para acudir a una fiesta a la que no me apetecía ir. Compromisos... los odio, no entiendo lo que podía aportar yo acudiendo si nadie me hacía nunca caso. Solo serviría para hacerme sentir como un pez fuera del agua y a los demás debía parecerles idiota viéndome asentir todo el rato con una sonrisa sin ser capaz de decir una frase entera porque a nadie le importaba lo que yo tuviese que contar.

Bendito accidente. Suena cruel, disparatado y macabro, pero el haber muerto aquella noche me salvó la vida.

Si, me morí, habéis leído bien. No soy un fantasma, ni un zombi, a ver si os quitáis esa manía de prejuzgar algo antes de saber lo que pasó. ¿No os dais cuenta de que si fuese un fantasma no podría estar escribiendo esto? Os creéis todo lo que os cuentan como esos que dicen que estamos emparentados con los Rigelianos ¿Cómo va a ser posible eso si su forma de vida no está basada en el carbono?

Pero como estamos aquí para contar mi historia y no la de ellos, permitidme que continúe.

Ahí estaba yo, muy mona con mi vestido nuevo y maquillada hasta en el alma dispuesta a fingir que estar allí era lo más apasionante del mundo mientras en mi interior rezaba por poder volver a casa, con mi pijama calentito y una píldora de chocolate caliente y leer algún libro apasionante. Pero no iba a tener esa suerte, la fiesta se alargaba hasta el infinito y la gente parecía cada vez más animada a medida que yo sentía como si me chupasen la energía vital.

No aguanté más, salí corriendo de allí, perdiendo un zapato en el camino como si quisiera emular a Cenicienta, solo que ningún príncipe vino tras mis pasos.

No lo vi y apenas lo sentí, afortunadamente. Dicen que cuando mueres ves un túnel de luz, pero yo sólo vi oscuridad y mi último pensamiento fue para mi gato al que estaba segura que estaba dejando desamparado y a su suerte. Pobre Spock.
Desperté, sí, desperté contra todo pronóstico, y lo hice en una cama de hospital rodeada de tubos y cables y bajo la atenta mirada de un médico con apariencia de ser demasiado joven para ejercer su profesión, aunque bastante atractivo, que me informó de que había sufrido un fatal accidente, una cornisa se me había caído encima, impactando en mi cabeza y dejando mi cerebro prácticamente destrozado. Así pues, como ya estaba muerta y en vida había decidido donar mi cuerpo a la ciencia, me habían elegido para el proyecto “Mentes abiertas”

Todo eso era muy bonito, y se lo dije al doctor que, por cierto dijo llamarse Vernon y tener 28 años (yo tengo 31, pero es que él encima parecía más joven de lo que era) también le comenté que le agradecía eso de haberme salvado la vida, pero que no merecía la pena el esfuerzo, total, yo no era nadie importante y perderme no habría importado mucho.

Además, no podía terminar de creerme su historia (¿acaso la creeríais vosotros?) ¿No había dicho que estaba muerta? Pues o mentía o el chico era un espiritista de los buenos.

Debió verlo en mi cara porque,apoyando su mano en mi hombro y mostrando una sonrisa encantadora que me derritió me dio un folleto. Azorada lo cogí y vi que se titulaba “Mentes abiertas”, y decía así:

“Bienvenido al programa de cambio de vida de mentes abiertas, si está leyendo esto es que ya disfruta de las ventajas que ofrecemos.
Queremos garantizarle que el cambio realizado es cien por cien seguro y estamos convencidos de que disfrutará de su nueva vida.
Para cualquier duda o sugerencia póngase en contacto con su médico”

Desde ese momento todo ha ido cuesta arriba, salgo con Vernon y ahora soy una experta cirujana así que trabajo con él. (y es gracioso, porque antes era bibliotecaria) Nos mudamos a su casa y mi gato se ha hecho muy buen amigo de su perro robot, todo nos va de maravilla.

Soy la persona más feliz del mundo y todo se lo debo a mi novio, y a su programa “Mentes abiertas” donde tuve la suerte de que el trasplante fuese de maravilla y que me cuerpo no rechazase las partes de cerebro que me injertaron y que provenían del cuerpo de su anterior socio.

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